Deliberación, Representación y Continnum.
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- 15 may 2020
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Autor: Germán
Cuando se habla de deliberación, normalmente, suele hacerse bajo el concepto de “democracia deliberativa”. Además, también suele ir acompañada de críticas hacia la “democracia representativa”, tal es el caso de autores como Elster o Cohen, por decir algunos. “De acuerdo con la concepción agregativa de la democracia, entonces, las decisiones son colectivas siempre que surjan de disposiciones de elección colectiva vinculante que otorguen igual consideración (más genéricamente, que sean positivamente sensibles) a los intereses de cada persona vinculada por las decisiones. De acuerdo con la concepción deliberativa, una decisión es colectiva siempre que surja de disposiciones de elección colectiva vinculante que establezcan condiciones de razonamiento libre y público entre iguales que son gobernados por las decisiones” (Cohen 2001. Pp 236 cursiva del autor).
Puede parecer que la democracia se divide en dos grandes grupos, las democracias representativas, y las democracias deliberativas. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. El giro democrático que supone la teoría deliberativa no presume un desafío a la representación. Más bien, la primera, se basa en que las instituciones no deben simplemente poner en marcha mecanismos democráticos, sino que deben realizar los valores democráticos (Arias 2007). A lo que se aspira es a encontrar un modelo que sea capaz de unir la representación política con la deliberación ciudadana (Brugué 2013). Además, la deliberación entre ciudadanos y representantes puede ayudar a reforzar los lazos de la representación (Font 2001).
Deliberación y representación son dos formas de tomar decisiones (Parés y March 2013). Si bien, los teóricos nos preguntamos cuál de estos dos mecanismos puede ser mejor para tomar decisiones, como es Jon Elster (2007) al debatir sobre el foro y el mercado. Además, estas dos formas de tomar decisiones tampoco son antagónicas, sino que se complementan (Pettit 1999; Maíz 2006; Subirats 2011, Ovejero 2008, Fishkin 1995).
Lo que se ha venido a llamar la democracia representativa, por un lado, y la democracia deliberativa o participativa por otro, no son más que los dos polos de un continuum. Una “escala” que toma como elemento base de distinción la relación entre las personas que toman las decisiones y las personas sobre las que recae. Si las personas que toman las decisiones son las mismas sobre las que recae la decisión, se le llama democracia participativa. Si por el contrario las decisiones las toman otros que son seleccionados por aquellos sobre los que recae la decisión se le llama democracia representativa (Ovejero 2008). En el punto más cercano a la representación tendríamos un sistema presidencialista puro. Y con puro quiero decir que se votaría a un presidente que toma el total de las decisiones sin asambleas que medien. Y en el caso más cercano a la deliberación tendríamos un sistema de asambleas populares que toman las decisiones.
Pero en estos dos casos los sistemas son imaginarios. En la actualidad no conocemos ninguno de estos. Además, no los podríamos considerar positivos. El primero estaría muy cerca de poder caer en la tiranía, ya que todas las decisiones recaen en una sola persona que no necesita dar explicaciones de nada ni a nadie hasta el próximo día de las elecciones. Y en el segundo caso, se necesitaría alguna forma de interconectar las asambleas para tomar decisiones a gran escala. Interconexión que sólo puede realizarse por medio de representantes o delegados, rompiendo la “pureza” del sistema deliberativo. Lo cierto es que cuesta mucho pensar en un sistema puramente deliberativo que pueda prescindir de la representación (Greppi 2007).
Por esto, consideramos que la mejor forma de entender ese continuum entre deliberación y representación es la concepción de democracia que muestra Fernando Pindado (2012). En ella nos habla de la democracia entendida en tres dimensiones, lo que él llama “La Trinidad Democrática”. Por un lado, la dimensión representativa, de otro la dialógica o deliberativa y en tercer lugar la dimensión directa. Tres dimensiones de la democracia, que pueden considerarse tres formas de tomar decisiones. Por lo tanto, parece apropiado hablar de democracia deliberativa cuando la toma de decisiones tiene más en cuenta la deliberación que la representación. En palabras de Cohen “por democracia deliberativa entenderé, dicho brevemente, una asociación en la que los asuntos se deciden mediante la deliberación pública de los asociados” (Cohen 2007. Pp 127). De la misma forma, en la democracia representativa se tiene más en cuenta la fuerza de los votos que la de los argumentos. Pero nunca deben entenderse como dos conceptos aislados, sino, insisto, complementarios.
Habiendo dejado esta perspectiva clara, es momento de pasar a la definición de deliberación. ¿Qué es deliberar? El acto de deliberar lo consideramos como una acción dialógica que se sitúa entre la negociación (entendida como intercambio de promesas y amenazas) y el razonamiento (entendido como hechos y casualidades) (Gambetta 2001). La diferencia entre una y otra para Pettit (1999) se encuentra en el cambio de las posiciones. Cuando se negocia se intenta imponer una visión concreta, no se escucha a la otra parte y no existe siquiera la intención de cambiar las posiciones iniciales. Mientras que en la deliberación no se intenta imponer ninguna visión, sino que se escucha a la otra parte con una mente abierta dispuesta a cambiar de opinión. Cuestión que es compartida con Przeworski (2001) al considerar que el objetivo de toda deliberación es cambiar las preferencias de las personas en su actuación. Añadiendo que la deliberación será democrática cuando culmina con el voto de los asociados. Como dice el mismo Przeworski, si un dictador es cucha un debate y luego toma decisión, dicha decisión será deliberada, pero no será democrática.
De la misma forma, “un enfoque correcto del proceso deliberativo, entienden, llevaría a asumir que la deliberación es en realidad un mecanismo de persuasión emocional dirigido a imponer mediante metáforas nuestro marco sobre el marco del interlocutor” (Pérez 2017. Pp 137). Y es que, pese a que se quiera hacer pensar que la deliberación es racional, y que en ella pesará la fuerza del mejor argumento, lo cierto es que entran en juego muchas emociones, y que el acto del habla implica persuasión.
Pero, sumando esta definición a la que aportamos más arriba de Cohen sobre democracia deliberativa tenemos una cuestión clave, los asociados. ¿Quiénes son los asociados del cuerpo deliberativo? En este sentido podemos establecer dos espacios deliberativos que nos retrotraen al debate entre representación y deliberación. En este sentido podríamos dividir la deliberación en dos tipos diferentes según donde se dé. Podríamos hablar de una deliberación de élites, que es aquella que nos vamos a encontrar en los parlamentos y que nos analizan Przeworski (2001) y Stokes (2001), y a la que hace referencia Hamilton (1788) en el famoso “The Federalist”. Aquí, Hamilton nos destaca la importancia que tiene en las democracias representativas, pues sin deliberación en el parlamento las decisiones se tomarían demasiado de prisa y sin tener en cuenta a la otra parte. Lo cual llevaría, con mayor probabilidad, a tomar malas decisiones.
Si bien es cierto, que en la actualidad cuesta ver deliberación en los parlamentos. Actualmente, en ese contexto de democracia de audiencias que decía Manin (1998), las exposiciones en la tribuna que hacen los representantes políticos van más dirigidas a la construcción del relato político en el contexto de una campaña permanente que a la deliberación con las otras fuerzas políticas. El ejemplo más claro de esto lo acabamos de ver en los diferentes debates de investidura que he hemos tenido recientemente en España. En estos se llegaba al Parlamento con una postura clara y cerrada nacida de una negociación a puerta cerrada.
Otro espacio deliberativo es el ciudadano, que debe conectarse con el de los parlamentos, llegando a un dialogo fluido entre ciudadanos y representantes (Pindado 2012). Una deliberación, hasta la fecha, prácticamente inexistente y que merece un artículo a parte para ser analizada.
Bibliografía.
-Arias, M. (2007). “La política en la teoría deliberativa. Notas sobre deliberación, decisión y conflicto”. Revista Española de Ciancia Política. Nº 16. Pp 37-59.
-Brugué, J. (2013). “Regeneración democrática: un marco para desarrollar el Gobierno Abierto”. Deliberación. Nº 3. Pp. 21-39.
-Cohen, J. (2001). Democracia y Libertad. En Jon Elster “La democracia deliberativa” (COM.) (pp. 129-161). Barcelona: Editorial Gedisa.
-Cohen, J. (2007) Deliberación y legitimidad democrática. En Mariano C. Melero, “Democracia, deliberación y diferencia” (Ed.) (pp. 127-147) Madrid: RB Servicio Editorial S.L.
-Elster, J. (2007). El mercado y el foro: tres formas de teoría política. En Mariano C. Melero “Democracia, deliberación y diferencia” (COM) (pp. 103-127). Madrid: RB Servicios Editoriales S.L.
-Fishkin, J. (1995). Democracia y Deliberación. Barcelona. Ariel S.A.
-Font, J. (2001). Ciudadanos y decisiones públicas. Barcelona. Arial S.A.
-Gambetta, D. (2001). “¡Claro!”: Ensayo sobre el machismo discursivo. En Jon Elster “La democracia deliberativa” (COM.) (pp. 35-65). Barcelona: Editorial Gedisa.
-Greppi, A. (2007). Representación política y deliberación ciudadana. En Mariano C. Melero “Democracia, deliberación y diferencia” (COM) (pp. 147-171). Madrid: RB Servicios Editoriales S.L.
-Hamilton, A., Madison, J. y Jay, J. (1788). El Federalista. Recuperado de http://libertad.org/media/El-Federalista.pdf.
-Máiz, R. (2006). Deliberación e inclusión en la democracia republicana. Reis. Revista Española de Investigación Sociológica. Nº113, 11-47.
-Manin, B. (1998): Los principios del gobierno representativo, Madrid, Alianza.
-Ovejero, F, (2008). “Deliberación”. En Aurelio Arteta “El saber ciudadano” (ED). (PP 179-207). Madrid. Alianza Editorial S.A.
-Parés, M. y March, H (2013). “Evaluando la participación institucional: la “temperatura” de la deliberación y sus consecuencias”. En Política y Sociedad. 50(3) Pp. 565-594.
-Pérez, P. (2017). Por qué fracasa la deliberación y cómo podemos remediarlo. Una alternativa ética al enfoque neurocientífico. Revista Internacional de Filosofía, nº 70, pp. 131-146.
-Pettit, F. (1999). Republicanismo. Barcelona. Paidós Ibérica S.A.
-Pindado, F. (2012). Vieja y nueva política. “fpindado.wordpress.com”. Recuperado de https://fpindado.wordpress.com/2012/07/27/194/ .
-Przeworski, A. (2001). Deliberación y dominación ideológica. En Jon Elster “La democracia deliberativa” (ED) (pp. 183-207). Barcelona: Editorial Gedisa.
Stokes, S. (2001). Patologías de la deliberación. En Jon Elster “La democracia deliberativa” (ED) (pp. 161-183). Barcelona: Editorial Gedisa.
-Subirats, J. (2011). Otra sociedad ¿otra política? Barcelona. Icaria editorial, S.A.
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